Directores: Manuel Muñoz y Gregorio Casals
Nacionalidad: México
Año: 1983
En
plena fiebre del cine de Kung Fu, muchas fueron las cinematografias que
quisieron meter las zarpas en el género, en la mayoría de ocasiones,
con nefastos e infames resultados.
Aquí tenemos una película de
chinos sin chinos, con chicanos disfrazados de orientales, y una trama
de la que no me he enterado de nada que transcurre en el México del
siglo 19, en donde un templo de gilipuertas karatecas kungfutecas se ve
invadido por un grupo de mercenarios subnormales, donde se nos presenta a
todo un grupo de villanos para después solo darle importancia al jefe
malo maloso principal.
Un
despropósito de dimensiones descomunales que se convierte en una
sucesión de peleas horriblemente filmadas con unas coreografías
bochornosas, en donde en más de una ocasión los luchadores se salen del
plano y nos quedamos viendo solo el monte , y en las que lo más
espectacular son los grititos a lo Brus Li que alguna vez sueltan estos
sinvergüenzas del kung Fu.
Y como colofón final para
demostrarnos lo ingrato que puede llegar a ser el mundo del cine,
tenemos a una leyenda del cine mexicano como fue el Indio Fernández,
terminando su carrera en esta ciénaga cinematográfica ... ¡¡¡No somos nadie!!!
Había
visto esta película hacía años en un canal de televisión mexicano, y
flipe en colores con el nivel de bizarrismo. Es tan mala como parece e
incluso peor, una incursión a una ciénaga audiovisual tan infecta, que
ni el más diestro de los karatecas saldra ileso de tan peligroso desafío
visual. Hay películas que cambian la vida, esta te la puede cambiar
para mal.
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